A lo largo del caminar en el seminario se nos han pedido escritos
acerca de diferentes aspectos seminaristicos, nuestro llamado, sensaciones,
aventuras, etc. Este escrito es una de mis favoritos, un poco rosa, yo sé, pero
realmente me gusto y quiero compartirlo; lo escribi cuando estaba en primero de
filosofia en Tijuana (2006). Enjoy!!!
¿Qué es el verdadero camino?
Hola, mi nombre es Octavio y soy seminarista diocesano. En esta ocasión no te vengo a hablar de mi historia vocacional, ni de mi formación y tampoco de la vida en el seminario. Y no es que estos temas no sean importantes; lo son y mucho, pero hoy quiero tomar partido en algo de vital trascendencia: el camino hacia Dios desde la perspectiva de un simple seminarista.
Y es que hay de todo en la vida, el enfrentamiento del bien y el mal que se oye tan lejano, pero esta enfrente de nosotros. Esa amenaza, esa pelea legal que no se acaba. Y no hablo de un enfrentamiento entre naciones, entre potencias, sino de ese enfrentamiento personal que como seminaristas vivimos día a día.
Si perdemos ese enfrentamiento, es fácil precipitarse en un abismo difícil de salir, el que uno mismo se encarga de cavar. Cuando logramos salir, se nos presentan dos opciones: salir con la mirada de un hombre herido, donde nada te llena, mas que la búsqueda de lo que alguna vez fuiste, cuando la vida se te daba mas simple, jugando con la ignorancia y la satisfacción; o puedes optar por el otro camino, salir avante de ese abismo, congraciarte con Dios y llenar el sentido de tu vida tan corta, con ese sentido que no tiene espacio ni tiempo, ni lugar ni forma, sabes a que me refiero.
Si en verdad deseamos el camino de la vida y del amor a Él, es prescindible renunciar a todo. Muchos santos y mártires hablaban de un alma que no pueden dividir, pero dejaban su cuerpo a merced de sus adversarios para ser despedazados. Ofrecían su alma y actos a Dios y el cuerpo a todos aquellos que no aman a la Iglesia, que la destruyen, con obras y palabras.
Todo movimiento, vocación o acto que brota de Dios apunta al camino del amor. Pero cada vez que se renuncia al camino de Cristo, esos movimientos empiezan a morir. Y este proceso de muerte lenta y dolorosa alcanza su etapa terminal cuando ya no se es capaz de luchar más, cuando se abandona la vida y nos rendimos sin resistir a la sombra de la muerte en la fe –cuando el materialismo, la susceptibilidad, la terquedad y el egoísmo- hacen acto de presencia en nuestro corazón y desemboca un río de consecuencias nefastas para cualquier vocación.
Como seminaristas, si queremos ser discípulos, debemos aceptar al maestro y dejarnos guiar por Él. Ya que Cristo es el principal protagonista de nuestra vocación. A veces y sobre todo en este camino elegido, tememos desaparecer como conciencia moral individual y dejarnos llevar más por la conciencia colectiva; como en todo, debe de haber un equilibrio. Con ese poquito de conciencia individual se genera uno de los regalos más grandes: el libre albedrío, y una pizca de espontaneidad; con el resto colectivo se realiza la parte de formar un presbiterio unido y fuerte capaz de sobrellevar con ánimo las vicisitudes venideras.
Y es en este momento donde surge las interrogantes ¿Te animas? ¿Le entras a aceptar y desarrollar tu vida según el proyecto de Dios? ¿Con que estilo de amor oblativo te identificas: como laico, o en la vida consagrada? Todas esas preguntas y más nos la realizamos alguna vez nosotros los seminaristas y fue difícil, pero a final de cuentas, es Dios quien tiene la última palabra. Y quizás lo mas interesante es que Él siempre esta dispuesto a decírnoslo en ese famoso encuentro, que nos hace descubrir la verdad de lo que somos y lo que seremos.
Y desde este espacio y para terminar te exhorto que no abandones la locura que llevas dentro, ánimo y sé como Dios te creó, como eres, pero mejora día a día. Si deseas confabularte a Dios de cualquier manera, solo hazlo, ya que en verdad te necesitamos, no seas solo un cristiano anónimo, toma la opción y compromiso, recuerda que la vocación es una cuestión de amor.